Marieta, esposa de Leo Dan, revela secretos desconocidos del cantante en conmovedora entrevista
A los 74 años, Marieta, esposa del reconocido cantante argentino Leo Dan, decidió romper el silencio y compartir con el mundo detalles íntimos y conmovedores de la vida del artista.
En una reveladora entrevista, Marieta, con voz entrecortada y las manos temblorosas, abrió su corazón y desveló secretos sobre su amado esposo, que pocos conocían. La entrevista, cargada de emociones, promete tocar los corazones de quienes siguen la carrera de Leo Dan y aquellos que siempre admiraron su música.
En una casa sencilla en las afueras de Buenos Aires, Marieta comenzó su relato. “Leo nació durante una terrible tormenta en Villa Atamiski”, contó con los ojos brillando de nostalgia. La madre de Leo siempre decía que los truenos de esa noche eran aplausos del cielo, mientras que la lluvia caía con fuerza, golpeando el techo de su casa de adobe. “Los vecinos aún cuentan que los relámpagos iluminaban el cielo como si fuera de día”, añadió.
A medida que pasaba las páginas de antiguas fotografías en blanco y negro, Marieta reveló un dato poco conocido: el verdadero nombre de Leo Dan es Leopoldo Dant Teves, un homenaje a su abuelo, un inmigrante italiano que tocaba el acordeón en las calles de Santiago del Estero.
El abuelo, que llegó a Argentina con solo su instrumento y muchos sueños, solía alegrar a los transeúntes con sus melodías. De él heredó Leo la pasión por la música, aunque fue a una edad temprana que el cantante comenzó a mostrar su talento.
“Leo empezó a cantar antes de hablar correctamente”, recuerda Marieta, con una sonrisa nostálgica. “A los cinco años ya se presentaba en la feria local para ganar algunas frutas, ayudando a la familia. Su dulce voz de niño encantaba a todos”.
La gente de su pueblo decía que la voz de Leo tenía un don especial, que incluso podía hacer que las plantas crecieran más bonitas o calmar a los animales más feroces. “En las noches de luna llena, cuando cantaba en el patio, los vecinos abrían sus ventanas para escucharlo”, añade Marieta, con emoción en la voz.
El camino de Leo hacia la fama no fue fácil. Durante años, se levantaba temprano para trabajar en una tienda de zapatos, atendiendo a los clientes con una sonrisa, aunque estaba agotado. En lugar de descansar por las noches, tomaba un autobús hacia los bares de la ciudad para cantar.
En esos días difíciles, siempre llevaba consigo un cuaderno rojo, un objeto muy especial para él. En él, Leo escribía las canciones que se le ocurrían. “Algunas eran tan hermosas que es una pena que nunca se grabaron”, dice Marieta, tocando suavemente el cuaderno.
Pero la vida de Leo estuvo marcada también por sacrificios. Uno de los momentos más duros para él fue cuando su madre enfermó gravemente y necesitaba medicamentos caros. “Leo no lo pensó dos veces, vendió su guitarra, la única que tenía, para ayudarla. Fue como vender un pedazo de su propio corazón”, relata Marieta, con lágrimas en los ojos.
Sin embargo, esa misma noche, un cliente habitual de uno de los bares en los que cantaba Leo se enteró de su sacrificio y le regaló una guitarra nueva, más hermosa que la anterior. Este gesto cambió la vida de Leo. “Ese día, Leo dijo algo que nunca olvidaré: ‘Ahora estoy seguro de que Dios me está cuidando y tiene un camino especial reservado para mi música'”, recuerda Marieta, aún emocionada.
Además de su vida profesional, Marieta también compartió detalles sobre su vida personal con Leo. “Nos conocimos en una panadería”, cuenta, sonriendo al recordar aquel primer encuentro.
Leo, distraído componiendo una canción en su mente, derramó café sobre su vestido blanco. Para disculparse, improvisó una canción sobre una chica del vestido manchado. “Era solo nuestra, un secreto especial que guardamos con cariño”, revela Marieta, tocando su anillo de bodas.
La tradición del mate y las tostadas por las mañanas fue otra de las costumbres que compartieron durante más de 50 años de matrimonio. “A pesar de las giras, Leo nunca dejó de llamar temprano a casa para tomar mate conmigo, incluso cuando estaba en París o Nueva York”, cuenta Marieta, con una sonrisa en el rostro. Esos pequeños momentos, esos rituales que crearon juntos, fueron la clave de su amor duradero.
Marieta también reveló algunos aspectos desconocidos de la vida de Leo, como sus miedos. “Desde niño, le aterraban los payasos”, cuenta, entre risas. “En los cumpleaños de nuestros hijos, siempre inventaba una excusa para irse cuando llegaba el payaso”. También tenía una peculiar manía: solo podía componer canciones usando camisas azules, pues creía que le daban suerte. “El armario estaba lleno de camisas azules de todos los tonos, porque cada uno inspiraba un tipo diferente de música”, dice Marieta.
Uno de los secretos más emotivos de Leo fue su cuarto secreto, lleno de cartas de fans. “Leía cada una de ellas y guardaba las más especiales en una caja de madera que le dio su padre”, recuerda Marieta. Leo conocía cada historia que le llegaba y respondía personalmente a las cartas de personas que estaban pasando por momentos difíciles. “Esas cartas lo mantenían humilde y conectado con lo que realmente importaba”, dice Marieta, con los ojos brillando de cariño hacia su esposo.
A lo largo de su vida, Leo Dan atravesó momentos difíciles, como la muerte de su hermano menor, Antonio, en un accidente de tráfico. En 1985, Leo sufrió una profunda depresión, un periodo que pocos conocieron. “Pasó meses sin cantar, apenas salía de la cama”, cuenta Marieta, con voz temblorosa.
Fue en esos momentos de dolor que Leo descubrió una nueva forma de expresarse: la pintura. “Al principio, solo mezclaba colores sin mucho interés, pero con el tiempo, la pintura se convirtió en una forma de sanar sus heridas”, explica Marieta.
En sus últimos años, Leo Dan también compartió con sus hijos historias mágicas que él mismo inventaba. “El viajero de las estrellas”, un personaje que creaba para enseñarles valiosas lecciones, era una de sus creaciones más queridas. Cada domingo por la noche, sin falta, Leo llamaba a casa para contarles nuevas aventuras del viajero.
Marieta, con una mirada llena de amor y tristeza, concluye su relato. “Leo siempre decía que la música y el arte lo salvaron en los momentos más oscuros. Su vida fue un testimonio de superación y amor, y aunque ya no está, su legado sigue vivo en cada uno de nosotros”, finaliza, con una sonrisa nostálgica en su rostro. La vida de Leo Dan, tanto la que conoció el mundo como la que compartió con su familia, sigue siendo un faro de inspiración para todos los que lo admiraron y amaron.