Roberto Carlos es, sin lugar a dudas, uno de los artistas más icónicos y queridos de Brasil, considerado por muchos como el “rey de la música romántica” y un verdadero símbolo de la música brasileña. Su carrera abarca más de medio siglo, durante el cual ha cautivado a millones de fanáticos con su voz única, sus letras emotivas y su presencia en el escenario. Sin embargo, su vida ha sido un camino lleno de altibajos, de momentos de gloria y también de tragedias personales, que han moldeado tanto su música como su persona.
Nacido el 19 de abril de 1941 en Cachoeiro de Itapemirim, en el estado de Espíritu Santo, Roberto Carlos fue el menor de cuatro hijos de Robertino Braga, un relojero, y Laura Moreira Braga, una modista. Desde joven, la música marcó su destino, a pesar de los deseos de su madre, quien soñaba con que su hijo fuera médico. Sin embargo, el joven Roberto Carlos mostró una inclinación temprana por la música, cantando en la radio a los nueve años, lo que consolidó su decisión de seguir una carrera en el canto. A los 15 o 16 años, comenzó a forjar una amistad y una colaboración musical con Erasmo Carlos, otro de los grandes nombres de la música brasileña, formando juntos una banda de rock.
A pesar de comenzar su carrera con algunas dificultades, como el fracaso de sus primeros discos, Roberto Carlos no se rindió. En 1965 alcanzó un éxito masivo con su álbum “Mi Cacharrito”, y desde allí, su popularidad fue en aumento. Este fue el punto de partida para una carrera llena de éxitos y reconocimientos internacionales. A lo largo de los años, Roberto Carlos ha lanzado decenas de álbumes que se han convertido en clásicos, y su música ha traspasado las fronteras de Brasil, llegando a muchos rincones del mundo.
Sin embargo, no todo ha sido fácil en su vida. En 1966, sufrió una de las tragedias más grandes de su vida: su primer hijo, Rafael, fue producto de una relación con María Lucila Torres. Aunque inicialmente no reconoció públicamente a Rafael, las circunstancias lo llevaron a legalizar su paternidad años después, en 1991, justo antes de la muerte de María Lucila, quien falleció a causa de un cáncer. Esta pérdida, junto con otras tragedias personales, como la muerte de su esposa Cleonice Rossi a causa de un cáncer en 1981, marcaron profundamente al cantante. A pesar de estos duros momentos, Roberto Carlos continuó con su carrera, dedicando su música a su vida personal y a las emociones que atravesaba.
Su éxito también se consolidó a través de su participación en el Festival de San Remo en 1968, donde ganó con la canción “Canoe Pert”. Este triunfo no solo le permitió conquistar el mercado brasileño, sino también el internacional. Con el paso de los años, su estilo evolucionó, pero su esencia seguía siendo la misma: un artista profundamente sensible, que encontraba en la música una manera de expresar sus vivencias, sus amores y sus dolores. En su música, tanto en sus letras románticas como en sus baladas melancólicas, se refleja la riqueza de sus experiencias personales, lo que ha hecho que sus canciones sigan siendo relevantes para nuevas generaciones de oyentes.
A lo largo de los años, Roberto Carlos también mantuvo una relación especial con la religión, influenciado por su madre, quien era católica, y su padre, que practicaba el espiritismo. A pesar de estar expuesto a ambas religiones, el cantante se ha identificado principalmente con el catolicismo, una parte fundamental de su vida espiritual y personal. Esta dimensión de su ser también ha influido en su música, en la que se encuentran muchos guiños a la fe y la espiritualidad.
A pesar de las dificultades, Roberto Carlos nunca dejó de trabajar. Su ética laboral es conocida, y pasaba largas horas en el estudio de grabación, perfeccionando su arte y buscando siempre la manera de conectar con su público. En los años 80 y 90, continuó cosechando éxitos, colaborando con grandes artistas internacionales como Julio Iglesias, y logrando premios importantes, como el Grammy Latino en 1988. Su influencia no solo fue musical, sino también cultural, y su presencia en la escena internacional consolidó aún más su lugar como una de las figuras más influyentes de la música latina.
En 1997, sufrió una nueva tragedia personal con la muerte de su esposa María Rita Simões a causa de un cáncer. La tristeza por esta pérdida lo afectó profundamente, pero una vez más, Roberto Carlos se levantó y continuó con su carrera. Durante este tiempo, su resiliencia y su capacidad para seguir adelante, a pesar de la adversidad, se convirtieron en otro de los aspectos admirables de su vida.
A lo largo de su carrera, Roberto Carlos ha sido una figura que ha sabido evolucionar sin perder su esencia, convirtiéndose en un símbolo de la música brasileña. Con más de 120 millones de discos vendidos en todo el mundo, sigue siendo uno de los artistas más populares de Brasil, conocido no solo por su música, sino también por su capacidad para conectar con la gente a nivel emocional. Su música sigue siendo una banda sonora de la vida de muchos, y su legado perdura en cada nota que canta, en cada letra que escribe, y en cada concierto que ofrece. La historia de Roberto Carlos es, en muchos sentidos, un testamento de perseverancia, amor y pasión por la música, y su vida continúa siendo una inspiración para generaciones de artistas y fanáticos por igual.