Olga Briskin, una figura icónica del espectáculo mexicano, ha dejado una huella imborrable en la cultura popular desde los años 70. Nacida en la Ciudad de México el 22 de septiembre de 1951, su vida estuvo marcada desde un principio por la música. Hija de Elías Briskin, un violinista y director de orquesta de origen ruso, y de Lina Torres, una mexicana, Olga y su hermano aprendieron a tocar el violín a una edad temprana. Sin embargo, la tragedia golpeó a la familia cuando su padre falleció cuando ella apenas tenía 17 años, lo que obligó a Olga y a su hermano a trabajar en restaurantes para ayudar a su madre.

La vida de Olga cambió drásticamente cuando fue descubierta por Ernesto Bals, un empresario que dirigía una cadena de nightclubs. Fue en uno de esos escenarios donde su talento y belleza la llevaron a convertirse en una de las vedettes más exitosas de su época. Su carrera despegó después de ganar un certamen de belleza llamado “Reina de la Prensa”, lo que le dio una visibilidad aún mayor. Durante una de sus actuaciones, el famoso presentador de televisión Raúl Velasco la persuadió para que apareciera en su programa “Siempre en domingo”, lo que la catapultó al estrellato.

Olga Briskin se convirtió rápidamente en un nombre conocido, no solo por su habilidad musical y su carisma, sino también por su inconfundible estilo en el escenario, donde combinaba danza, canto y un vestuario atrevido. En su apogeo, era común verla en los nightclubs más populares de la Ciudad de México, como el Capri y el Kid. Su éxito la llevó también a la pantalla grande, participando en varias películas a lo largo de su carrera.

Sin embargo, detrás de la imagen de glamour y éxito, Olga enfrentó numerosos desafíos personales. La fama y la riqueza a menudo trajeron consigo excesos y adicciones. Su vida se tornó un ciclo de fiestas y excesos, lo que la llevó a una lucha constante con el alcohol y el juego. En sus propias palabras, el alcohol se convirtió en un medio para relacionarse con productores y asegurarse un lugar en el mundo del espectáculo. Esta búsqueda de aceptación y éxito tuvo un costo alto, llevándola a perder no solo su fortuna, sino también la conexión con su familia y su propia identidad.

Olga ha hablado abiertamente sobre sus relaciones tumultuosas, incluyendo su matrimonio con Joey Duset, el padre de su hijo, Alan. A pesar de los altibajos, recuerda a Joey con cariño, describiendo cómo fue el único que la amó sin pretensiones. Sin embargo, las consecuencias de sus adicciones fueron devastadoras, llevándola a perder todo lo que había construido, incluyendo su hogar y sus posesiones más valiosas.

Además de sus luchas con la adicción, Olga ha sido víctima de abuso en varias ocasiones. En un acto de valentía, decidió romper el silencio sobre estas experiencias, afirmando que es crucial que las mujeres hablen y busquen justicia. En sus conferencias, ha compartido cómo el abuso la afectó profundamente y cómo el miedo la mantuvo en silencio durante años. Olga ha reflexionado sobre la necesidad de crear un entorno en el que las mujeres se sientan seguras al compartir sus historias, algo que ella misma no pudo hacer en su juventud.

En 2008, Olga Briskin experimentó una transformación espiritual al convertirse al cristianismo. Esta nueva fe le permitió encontrar un camino hacia el perdón y la sanación. En sus declaraciones, ha enfatizado la importancia de perdonar a quienes la han lastimado, no para absolver sus acciones, sino para liberarse del dolor que estas experiencias le causaron. Esta decisión de perdonar ha sido fundamental para su proceso de sanación y ha moldeado su misión actual: empoderar a otras mujeres para que no sufran en silencio.

A lo largo de su carrera, Olga ha demostrado una resiliencia admirable. Después de alejarse del escenario durante años, ha decidido regresar con una nueva perspectiva y un fuerte mensaje de empoderamiento. Su próximo libro, “Renovada”, programado para publicarse en junio de 2024, abordará sin tabúes los episodios dolorosos de su vida, incluyendo el abuso que sufrió. Con este libro, busca no solo compartir su historia, sino también motivar a otras mujeres a alzar la voz y buscar justicia.

El regreso de Olga Briskin al escenario no es solo un regreso al espectáculo, sino también un compromiso con la causa de la violencia de género. Su participación en la nueva producción de “Aventurera”, un musical emblemático, le ofrece la plataforma perfecta para abogar por las víctimas de abuso y recordar a las mujeres que su voz es poderosa. En entrevistas recientes, ha insistido en que es esencial que las mujeres hablen y se sientan respaldadas al hacerlo, especialmente en un contexto donde las denuncias de abuso están empezando a ser tomadas más en serio.

A sus 73 años, Olga no solo es recordada como una diva del espectáculo, sino como una mujer que ha enfrentado sus demonios y ha decidido usar su experiencia para hacer una diferencia. Su historia es un recordatorio de que la lucha por la justicia y la equidad de género continúa y que cada voz cuenta. Alzando su voz, Olga Briskin se convierte en un faro de esperanza para quienes han sufrido en silencio, uniendo su legado artístico con una causa profundamente personal y social.