Chayito Valdés, conocida como La alondra de México y la reina de la canción ranchera, es una de las artistas más entrañables de la música tradicional mexicana. Su vida estuvo marcada por la superación personal, la lucha incansable y un destino que la convirtió en un ícono de la música ranchera. Con una voz que cautivó a generaciones, Chayito logró transformar un entorno lleno de adversidades en un legado imborrable, pero su carrera estuvo acompañada de numerosas tragedias que marcaron tanto su vida personal como profesional.

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Nacida el 28 de mayo de 1946 en el pueblo de Orba Bamoa, Sinaloa, Chayito creció en un ambiente de pobreza. Desde temprana edad, su talento para el canto la distinguió entre sus amigos y familiares, y comenzó a participar en concursos de canto en cines locales de la región. Su capacidad vocal y su pasión por la música ranchera la impulsaron a una carrera que, aunque llena de dificultades, la llevaría a convertirse en una figura reconocida dentro del género.

En su juventud, Chayito vivió muchas penurias económicas y familiares. A los 16 años, fue descubierta por la legendaria cantante Amalia Mendoza, quien vio en ella un potencial extraordinario. Amalia, al quedar impresionada por su voz, le ofreció formación artística, pero la madre de Chayito rechazó la propuesta, pues temía que su hija se apartara demasiado de su familia. Aunque este sueño se desvaneció, Chayito siguió luchando por su futuro en la música.

Durante su juventud, Chayito asumió muchas responsabilidades para ayudar a su familia. Trabajó en múltiples oficios, desde vender empanaditas en el mercado hasta trabajar en los campos, lo que le otorgó una resiliencia inquebrantable que más tarde le serviría en su carrera artística. A finales de los años 60, se trasladó a Sonora y se unió a la cantante Manuelita Acuña para formar el dúo “Las Guerrilleras del Norte”. Sin embargo, las dificultades económicas y la falta de estabilidad laboral terminaron por disolver el grupo, dejando a Chayito sola, pero decidida a continuar su carrera.

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Después de regresar a su tierra natal y enfrentarse a dificultades en su matrimonio con el músico Bárbaro Bojorques, Chayito encontró un nuevo impulso para su carrera en la década de 1970. A pesar de la resistencia de su madre, quien le pidió que abandonara nuevamente la música, Chayito vendió una de las máquinas de coser de su madre para grabar sus primeros discos. Con un enfoque audaz y poco convencional, comenzó a distribuir su música personalmente, vendiendo discos y presentando su talento ante todas las estaciones de radio que estuvieran dispuestas a escucharla. Su canción “Besos y Copas” se convirtió rápidamente en un éxito, y su carrera comenzó a despegar.

En la década de 1980, la vida de Chayito Valdés se vería marcada por un giro trágico. En 1985, un terrible accidente automovilístico en Zacatecas dejó a la cantante con una grave lesión en la columna vertebral, lo que la dejó paralizada y confinada a una silla de ruedas. El accidente ocurrió mientras regresaba de un concierto en un palenque, y aunque fue llevada de urgencia a Monterrey para recibir tratamiento, los efectos del accidente cambiarían su vida de manera irreversible. Este momento de su vida fue un golpe devastador tanto para ella como para sus seguidores, quienes no sabían si alguna vez volverían a ver a la estrella en los escenarios.

A pesar de la enorme adversidad, Chayito nunca perdió su espíritu de lucha. Sin embargo, cuando intentó regresar a la industria de la música, enfrentó un rechazo casi total de los escenarios y las estaciones de radio, que se mostraron reticentes a apoyar su regreso debido a su discapacidad. Este aislamiento social y profesional la sumió en una profunda tristeza, aunque siempre contó con el apoyo de algunos pocos en la industria, como la cantante Lucha Villa, quien la alentó a seguir adelante.

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La vida de Chayito pasó por otro capítulo de oscuridad cuando, en 1997, sufrió un asalto violento en su casa en Guadalajara, lo que la dejó conmocionada y la llevó a tomar la decisión de mudarse a San Diego, California, en busca de seguridad y paz. Fue allí, en el inicio del nuevo milenio, cuando su carrera comenzó a renacer. Las estaciones de televisión y radio, después de mucho tiempo, volvieron a llamarla, y con su regreso a los escenarios, Chayito encontró un nuevo fervor en sus seguidores.

A principios de la década de 2000, Chayito lanzó nuevos álbumes, “Las canciones de mi corazón” y “Las que me llegan al alma”, los cuales fueron bien recibidos por sus fans. Con el apoyo de nuevas generaciones de artistas, que la admiraban profundamente, Chayito Valdés logró revivir su carrera y seguir adelante con la música que siempre había amado.

Su última gran presentación tuvo lugar en mayo de 2003, en el Palenque de la Expo Sonora en Hermosillo. El público, como siempre, respondió con entusiasmo y ovaciones, reconociendo la fuerza de una mujer que, a pesar de todas las dificultades, nunca dejó de luchar por su música. Sin embargo, poco después, en un trágico giro del destino, sufrió otro accidente en el aeropuerto de Guadalajara, donde, tras un descuido del personal de tierra, sufrió una caída que la dejó con graves lesiones. Este fue el golpe final que cerró su ciclo de actuaciones en vivo.

El legado de Chayito Valdés es el de una mujer extraordinaria, que se sobrepuso a innumerables adversidades y que, a lo largo de su carrera, logró convertirse en una de las voces más queridas de México. Sus canciones siguen siendo escuchadas, sus discos continúan siendo vendidos, y su historia sigue inspirando a nuevas generaciones de artistas y fanáticos. Chayito Valdés no solo dejó una marca indeleble en la música ranchera, sino que también se ganó un lugar especial en los corazones de todos aquellos que la admiraron y la apoyaron en su camino.