El 20 de julio de 1955, el actor Joaquín Pardavé falleció a los 54 años, dejando al cine mexicano huérfano de una de sus figuras más queridas. La noticia de su muerte, ocurrida de forma repentina debido a un derrame cerebral, conmocionó a la industria cinematográfica y al público en general. Pardavé, quien había sido una pieza fundamental durante la época de oro del cine mexicano, había participado en más de 70 películas, además de destacar como un gran actor de teatro, radio y televisión.
Su vida, marcada por un carácter cálido y una excepcional habilidad para la comedia y el melodrama, se había caracterizado también por su actitud reservada respecto a su vida personal.
Nacido en Pénjamo, Guanajuato, el 30 de septiembre de 1900, en el seno de una familia de inmigrantes españoles, Pardavé siguió los pasos de sus padres, quienes también eran actores teatrales, y comenzó su carrera en el teatro desde joven. A lo largo de su trayectoria, su trabajo en la comedia y su destreza para interpretar personajes entrañables lo convirtieron en un ícono de la cinematografía nacional.
Desde su debut cinematográfico en 1919 con el filme mudo Viaje redondo, Pardavé nunca dejó de impresionar por su versatilidad, participando en una gran cantidad de títulos a lo largo de las décadas siguientes. Fue en la década de 1940 cuando alcanzó su mayor fama, siendo parte esencial del éxito de filmes como Ahí está el detalle, donde interpretó a Tano Lastre, un personaje que se convirtió en un símbolo de la época.
En cuanto a su vida privada, Pardavé fue siempre una figura enigmática. Aunque estuvo casado con Soledad Rebolledo, con quien compartió una relación durante más de 30 años, nunca tuvo hijos con ella. Sin embargo, existió un romance extramatrimonial que resultó en el nacimiento de un hijo, Miguel Campos, en 1943.
Miguel, quien fue criado en el anonimato en el campo, solo se enteró de su relación con el actor años más tarde, cuando Joaquín Pardavé intentó, ya adulto, enmendar su error y ofrecerle una mejor vida en la Ciudad de México. Lamentablemente, la repentina muerte de Pardavé truncó estos planes, dejando a Miguel con el recuerdo de un padre al que nunca conoció completamente.
En sus últimos días, Pardavé continuó trabajando incansablemente. Estaba filmando simultáneamente varias películas, entre ellas Club de señoritas, y había disfrutado de una tranquila noche jugando boliche con su esposa, como era habitual en él. Nadie esperaba que, pocas horas después de esa velada, el actor sufriera el fatal derrame cerebral que acabaría con su vida. El 21 de julio, los periódicos reportaban la noticia de su muerte, y el público expresaba su tristeza por la pérdida de un hombre que había logrado, con su talento, ganarse el cariño y la admiración de generaciones de mexicanos.
A pesar del paso del tiempo, la figura de Joaquín Pardavé sigue viva en la memoria colectiva de México, no solo por su legado en la pantalla grande, sino también por la humanidad y calidez que reflejaba en cada uno de sus papeles. Su amor por su esposa Soledad, con quien descansó en el Panteón Jardín, y su inconfundible risa siguen siendo parte de su legado.
La lápida de ambos, aunque desgastada por los años, lleva un mensaje sencillo pero poderoso: “Juntos como siempre”. Así, la leyenda de Joaquín Pardavé continúa, dejando una huella profunda en el corazón de quienes lo admiraron y recordaron a lo largo de las décadas.
En el mismo panteón, una figura del Sagrado Corazón vela por su descanso eterno, guardando la memoria de un hombre que, más allá de su éxito, nunca dejó de ser un ser humano cercano y querido. La historia de su vida y su muerte prematura sigue siendo un misterio que no ha dejado de fascinar a quienes se interesan por las figuras que marcaron la época de oro del cine mexicano.