El impacto emocional de una eliminación en cualquier competencia es innegable. A veces, las emociones se arremolinan tan rápido que no hay tiempo para procesarlas por completo. Me encuentro aún en estado de shock por lo que ha ocurrido. No sé si ustedes lo han asimilado ya, pero yo todavía no lo logro. Es como si mi mente se negara a aceptar lo sucedido. Todo fue tan rápido, tan fugaz, que apenas estuvimos juntos durante unos segundos antes de que todo cambiara.

La dinámica en el equipo de las Panteras se ha transformado radicalmente desde ese momento. Lo que antes era un grupo unido, ahora parece fragmentarse en pequeños bandos. Hoy en día, unos van por aquí y otros por allá, como si cada quien tuviera su propio rumbo marcado. Sin embargo, lo más desconcertante es la sensación de que no estamos enfrentando este dolor juntos. Mientras algunos lloran, otros parecen imperturbables, como si el impacto no los hubiera alcanzado de la misma manera.

Recuerdo claramente un momento en particular, algo que me dejó marcada. Mientras recogíamos nuestras cosas, había una especie de silencio pesado en el aire. Ayer, cuando el equipo estaba en pleno desafío, uno de los miembros, Waca, mostró una reacción que me sorprendió. Su alegría fue palpable, como si hubiera vencido a un enemigo personal. Fue algo que realmente le nació del corazón, una explosión de emociones que dejó clara su percepción del juego y de lo que significa competir.

Mientras tanto, nosotros, a pesar de saber que Sebastián había jugado un doble papel, nos despedimos de él con el corazón. Fue un acto genuino de parte nuestra, aunque sabíamos quién era realmente. Sin embargo, lo que más me sorprendió fue que aquellos que parecían cercanos a él no se acercaron ni una sola vez a despedirse. Ni siquiera después de que pasamos por el duelo. Creo que estaban demasiado afectados por la pérdida de su líder.

Al final del día, en cualquier competencia, las emociones son crudas y reales. El juego es una mezcla de estrategias, sentimientos y decisiones difíciles. Pero lo más importante es que, en medio de todo, seguimos siendo humanos. Y es en esos momentos de despedida y en los gestos de respeto donde se muestra quién realmente somos.