En el mundo del entretenimiento, pocos personajes han dejado una huella tan profunda como Don Ramón, el entrañable vecino de la vecindad del Chavo del Ocho. Su hijo, Esteban Valdés, comparte detalles fascinantes sobre la vida de su padre, tanto dentro como fuera de los reflectores, en el libro Con permisito dijo Monchito. Esta obra nos permite descubrir que Don Ramón, el personaje que todos amamos, era una fiel representación de Ramón Valdés en la vida real.
Una infancia marcada por la lucha y la creatividad
Esteban Valdés nos relata que la vida de su familia estuvo llena de altibajos. “La pasamos muy mal en muchas ocasiones. A veces no había qué comer, y los abogados llegaban como el señor Barriga de la vida real”, confiesa. La familia se enfrentó a desahucios y mudanzas constantes, viviendo en casas modestas e incluso en condiciones precarias. En una de estas casas, los techos eran de lona y las ratas se convirtieron en parte de los juegos infantiles.
Ramón Valdés era un hombre de muchos oficios: chofer, pintor, peluquero, vendedor de comida y carpintero. Esteban recuerda con ternura las camas hechas por su padre: “No sé cuántos niños pobres o ricos duermen en una cama hecha por su papá. Para nosotros, ese recuerdo es maravilloso”.
La llegada de la fama
El camino hacia la fama no fue inmediato. Antes de convertirse en Don Ramón, Ramón Valdés trabajó como actor secundario en más de 100 películas, compartiendo pantalla con grandes figuras como Cantinflas y Pedro Infante. Sin embargo, no fue hasta que Roberto Gómez Bolaños lo invitó a participar en Los supergenios de la mesa cuadrada que su carrera comenzó a despegar.
En 1971, con el inicio de El Chavo del Ocho, Don Ramón se convirtió en un ícono. Su sencillez y carisma conquistaron a audiencias de todas las edades. Esteban relata que la transición a la fama fue lenta, pero significativa. “Pasamos de vivir en una vecindad en Coyoacán a mejorar poco a poco nuestra situación. Mi papá compró su primer coche y nos llevó a restaurantes, algo que nunca habíamos experimentado.”
La autenticidad de Don Ramón
Lo más notable de Don Ramón era su autenticidad. Según Esteban, su padre no necesitaba caracterización para interpretar al personaje. “Así era mi papá: jeans, camiseta, tenis y su gorrito. Era él mismo dentro y fuera de la pantalla”. La sinceridad de Ramón Valdés era también evidente en su vida cotidiana. Aunque logró el éxito, nunca perdió su sencillez. Incluso rechazó asistir a una premiación importante porque no quería usar un smoking.
La vida en familia
Esteban describe a su padre como un hombre estricto pero amoroso. “Solo una vez nos disciplinó con el cinturón. Su manera de enseñarnos era ponernos a escribir 100 veces frases como: ‘No debo pelear con mis hermanas’”. Este método educativo dejó una huella en Esteban, quien ahora escribe sobre la vida de su padre.
La convivencia familiar también incluía momentos especiales, como ver juntos los programas de televisión. “Cuando transmitían El Chavo del Ocho, mi papá se hipnotizaba frente a la pantalla y se reía como si no se tratara de él mismo”, recuerda Esteban.
Polémica y defensa del legado
Tras la muerte de Ramón Valdés, surgieron comentarios que pusieron en duda su integridad. Una declaración de Florinda Meza sugirió que el actor había tenido problemas con drogas, lo que causó indignación en su familia. Esteban y otros compañeros de trabajo salieron en su defensa, desmintiendo esas acusaciones. “Mi papá disfrutaba de una copa y un cigarro, pero nunca tuvo problemas de ese tipo”, aclara Esteban.
Un legado imborrable
A pesar de las dificultades, Ramón Valdés dejó un legado de amor, risas y resiliencia. Esteban concluye que la lección más valiosa que su padre les transmitió fue nunca perder el sentido del humor, incluso en los momentos más difíciles. Con Con permisito dijo Monchito, Esteban nos invita a redescubrir al hombre detrás del personaje, un ser humano genuino que vivió con autenticidad y alegría.
Ramón Valdés no solo fue Don Ramón; fue un padre, un trabajador incansable y un ícono que sigue vivo en el corazón de millones de personas. Su historia nos recuerda que, a pesar de las adversidades, la autenticidad y el carisma son cualidades que trascienden el tiempo.