Sebastián ha sido el sexto eliminado de “La Isla: Desafío Extremo”, un momento que marca un antes y un después en su trayectoria dentro de la competencia. Con un corazón agradecido y una mentalidad serena, ha compartido unas palabras profundas y emotivas con todos sus compañeros. Sebastián, quien desde el inicio demostró ser un competidor comprometido y una persona de fe, ha dejado claro que su paso por “La Isla” ha sido más que solo una experiencia física; ha sido un viaje personal lleno de aprendizajes y revelaciones.

Él confesó que este día comenzó como muchos otros, en oración, pidiendo fuerzas a Dios para enfrentar lo que venía. Sebastián sabía que no sería fácil. Desde hace más de un mes ha estado lidiando con una lesión, la misma tendinitis crónica que lo apartó anteriormente del Exatlón. Esta lesión lo limitó físicamente, al punto de que ni siquiera podía cerrar su mano correctamente, y cada vez que intentaba abrirla, el nervio le causaba un dolor punzante. Aunque no lo utilizó como excusa, reconoció que sus condiciones físicas afectaron su desempeño en los desafíos más recientes. Sin embargo, su fe inquebrantable lo mantuvo en pie, esperando otro tipo de reto.

A pesar de la adversidad, Sebastián siente que ha cumplido su sueño en “La Isla”. Este viaje no solo le brindó desafíos físicos, sino también una profunda reflexión espiritual. Llegó con muchas preguntas y se va con innumerables respuestas, una de las más importantes siendo su propósito en la vida: compartir el mensaje del amor de Jesús. Con humildad y gratitud, expresó que su misión era plantar una semilla en el corazón de cada uno de sus compañeros y del público que sigue la competencia. Y siente que ha logrado eso.

Antes de despedirse, Sebastián agradeció a “La Isla” y a cada uno de sus compañeros. En sus palabras, se notaba el cariño y respeto mutuo que compartieron durante esta travesía. Para él, cada mirada de sus compañeros significaba amistad y apoyo, algo que, según él, no tiene precio. Su consejo para los que siguen en la competencia fue claro: “Sigan compitiendo mirándose a los ojos, con una competencia sana y limpia, y que gane el que más lo merezca, sin pasar por encima de nadie”.

Como siempre lo ha hecho, Sebastián se despidió con una bendición para todos, recordándoles que los sueños son válidos y alcanzables, especialmente cuando se confía en Dios. Su paso por “La Isla” no solo deja un competidor que luchó hasta el final, sino también un legado de fe y esperanza.